jueves, 5 de abril de 2007

Entrenamiento en Básquetbol: una perspectiva diferente

ENTRENAMIENTO EN BÁSQUETBOL: Una perspectiva diferente.[1]
Alberto Espasandín

Resumen
El entrenamiento deportivo ha sustentado su desarrollo en la concepción mecanicista de la ciencia que emerge con Descartes. El resultado ha sido un conocimiento parcial y pobre de la realidad, que a través de la simplificación, impide ver más allá de compartimentos aislados entre sí. A través de una visión sistémica del deporte, se abren nuevos caminos de análisis y estudio del fenómeno del entrenamiento deportivo.

Palabras claves: sistemas cerrados y abiertos, pensamiento complejo, ecología de la acción.

Presentación

Dentro del amplio tema del entrenamiento en Básquetbol, demasiado extenso para abordarlo en sólo 30 minutos, he decidido compartir con ustedes un enfoque que me viene apasionando desde hace algunos años. Es una nueva mirada del entrenamiento deportivo que se construye a partir del nuevo paradigma de la complejidad y su aplicación en los estudios sobre el deporte y muy especialmente en los deportes colectivos y que ya presentara en otras ocasiones a mis colegas entrenadores de Básquetbol, a mi regreso del Centro de Alto Rendimiento de San Cugat, Barcelona.

El pensamiento complejo, desarrollado entre otros, en su extensa bibliografía por el pensador y filósofo francés contemporáneo, Edgar Morin, cuestiona radicalmente el paradigma mecanicista y determinista clásico sobre el que se ha sustentado el desarrollo lo de las ciencias en la modernidad, y entre ellas las ciencias del deporte. Estos nuevos conceptos cambian sustancialmente la manera de encarar el entrenamiento deportivo (BALAGUÉ, N. 2001; BALAGUÉ, N. y TORRENTS, C., 2001).

En la época histórica de la modernidad el extraordinario desarrollo de la ciencia y de la tecnología en general y del entrenamiento deportivo en particular, se ha basado en la ciencia clásica, mecanicista y determinista, propia del cartesianismo, una forma de abordar el conocimiento científico que se ha caracterizado por la superespecialización y la compartimentación o fragmentación de la ciencia.

Durante el siglo XX se han desarrollado nuevas disciplinas y sub disciplinas que trataron de explicar diferentes fenómenos complejos (complexus: lo que está tejido en conjunto) a través de la disyunción, la reducción, la simplificación.

En el entrenamiento deportivo emergen infinidad de sub disciplinas que centran su atención, cada una específicamente, en un aspecto particular del fenómeno deportivo. En consecuencia, se constituyen equipos técnicos cada vez más numerosos y especializados, que cumplen determinadas funciones en el entrenamiento de deportistas, muchas veces con la consiguiente pérdida de la unidad del entrenamiento. No podemos separar las distintas dimensiones desde donde se puede analizar el rendimiento humano, pero lamentablemente observamos con frecuencia como:

• El técnico deportivo enseña los modelos técnicos considerados como ideales y los sistemas tácticos más apropiados para alcanzar de la manera más económica y eficiente los objetivos del deporte.
• El biomecánico analiza los gestos del deporte para perfeccionar la aplicación de las fuerzas y el movimiento de las diferentes palancas corporales.
• El preparador físico procura desarrollar las capacidades físicas necesarias para la práctica de la disciplina deportiva. Para ello se apoya, a su vez, en el especialista en fuerza o en la velocidad.
• El fisiólogo y el médico deportólogo evalúan al deportista en el laboratorio o en el propio campo deportivo.
• El metodológo planifica las cargas y periodos de entrenamiento para alcanzar los más altos rendimientos en competencias determinadas.
• El psicológo deportivo enseña las habilidades psicológicas que favorezcan los mejores desempeños en la competencia.

La difícil e intrincada coordinación de las funciones que desarrollan estos profesionales, que son apenas, algunos de los que intervienen en la preparación de los deportistas (no mencionamos a los fisioterapeutas, traumatólogos, nutricionistas, entre otros), cuando se puede contar con ellos, se cumple a medias o directamente no se cumple.

El desarrollo de las ciencias del entrenamiento deportivo, han sido influenciadas por los estudios realizados, precisamente, en los deportes individuales. Todos los métodos de entrenamiento y las formas de planificación o periodización, emergen de esos estudios. Según esta concepción, la formación de un atleta, consiste en el aprendizaje de un modelo técnico tomado de antemano como perfecto, desde el punto de vista biomecánico, modelo que puede ser descrito y analizado hasta los más mínimos detalles. Utilizando el más sofisticado equipamiento tecnológico, dentro del cual, el video ya pasó a ser algo muy común y vulgar, es posible hacer correcciones increíbles y pequeñísimas que pueden provocar el mejoramiento de esa décima de segundo o de ese centímetro necesario par batir un record.

Aunque también en esos deportes, estos estudios están siendo cuestionados, quizás aún en ellos pueda tener algo de vigencia ese afán tecnicista y mecanicista. Ese carácter lineal sobre el que se sustentan los métodos de entrenamiento clásico, parte de la base que dos individuos partiendo de una posición inicial, igual y estable, si cumplen con una serie de tareas debidamente secuenciadas y sistematizadas, van a arribar a una misma situación final. La concepción mecanicista del ser humano, el hombre considerado como una máquina a la que debemos programar, ha sido el sustento de las teorías conductistas del aprendizaje. El aprendizaje, y el aprendizaje en los deportes según estas teorías, es una cuestión de estímulos y respuestas que deben ser automatizadas mediante una repetición numerosa. Siempre que aparezca un mismo estímulo, se activará la misma respuesta. En los deportes colectivos presupone que primero hay que automatizar el gesto y después pensar. Son conocidas las experiencias con animales que los teóricos del conductismo han desarrollado para su fundamentación.

En los últimos cuarenta años del siglo XX, oponiéndose a las prácticas conductistas, con autores como Malho, se comenzó a hablar de los procesos y operaciones cognitivas que desarrollan los jugadores en el transcurso de las acciones deportivas. También desde una concepción mecanicista, comparando al hombre con una computadora, la más sofisticada de las máquinas inventadas por el hombre, han aplicado en los deportistas, la teoría del procesamiento de la información que se puede diagramar como un sistema cerrado.



Suponen en primer lugar, que un jugador de Básquetbol es capaz de atender los aspectos relevantes del medio en el que actúa (input), es decir capta la información, identifica el estímulo. A continuación, el sujeto selecciona o planea la respuesta motriz compatible con el medio, es decir analiza todas las posibilidades y toma una decisión, para finalmente ejecutar el movimiento programado o respuesta motriz (output). Posteriormente a la acción, el ejecutante evaluará los resultados, y si es necesario introducirá las modificaciones correctivas, perfeccionando sus futuras respuestas.

A diferencia de los modelos que ofrecían meramente la repetición numerosa y automática, esa nueva concepción exigía una participación más activa del ejecutante. La tarea del entrenador sería la de programar a los jugadores con la mayor cantidad de respuestas posibles, de la misma manera que el analista confecciona el software para ganarle a los grandes maestros de Ajedrez.

Pero el Básquetbol lo juegan los seres humanos, que pretendemos además, que sean inteligentes. Esta palabra es una premisa actual de la enseñanza deportiva. La enseñanza en los deportes colectivos procura desarrollar un jugador inteligente. Nos referimos con frecuencia a ese término, así como a la capacidad de entender el juego o la capacidad de leer la defensa o de leer el ataque. La pregunta que surge siempre es ¿cómo podemos lograr que los jugadores aprendan o desarrollen esas capacidades?

En primer lugar, tenemos que asumir que nuestro juego, como deporte colectivo, como proceso en el que participan seres humanos, no es un proceso lineal o cerrado, sino que tenemos que admitir que se trata de una actividad esencialmente humana y por lo tanto, no lineal o abierta. Pensar que en el Básquetbol se puede repetir en forma invariable una acción partiendo de una supuesta situación descrita y obteniendo como resultado una situación exacta y previsible, es una ilusión. Simplemente, podemos afirmarlo rotundamente, que esas acciones no existen en los deportes colectivos.


Preferimos adherirnos, discrepando con Sánchez Bañuelos (2003) a un concepto de entrenamiento deportivo considerado como un sistema abierto, donde el input está representado por los programas de entrenamiento preparados por el equipo técnico, los métodos de entrenamiento seleccionados, todas las influencias controlables del entorno (condiciones de los escenarios deportivos y de los materiales necesarios para la práctica del deporte, apoyo familiar, del club, de la federación, etc.), es decir, todo lo que ingresamos al sistema o proceso del entrenamiento del deportista o de los deportistas y sobre lo que, de alguna manera, ejercemos determinado control.

En el sistema ocurren transformaciones no exactamente predecibles, que presentan causalidades cerradas en algunos casos y abiertas en otros, que están permanentemente influenciadas por aspectos no siempre controlables del entorno. Ya es una evidencia indiscutida que los procesos de enseñanza (el input) y los procesos de aprendizajes técnicos y tácticos y de las adaptaciones específicas al esfuerzo que lleva a cabo el deportista, no constituyen un único proceso indivisible y que no existe una relación lineal entre ellos. Es decir, que no todo lo que se enseña, tiene como resultado previsible un mismo aprendizaje. Cuando nos enfrentamos a un conocimiento nuevo, todos los seres humanos lo incorporamos o no, de manera diferente. Esas diferencias se establecen fundamentalmente por dos factores: los conocimientos que cada uno posee hasta ese momento y los respectivos proyectos personales. Obviamente que, para dos individuos, el grado de novedad de ese conocimiento que se pretende enseñar será diferente porque parten de dos estados cognitivos distintos; lo que saben, ambos, no es lo mismo. Obviamente también, que sus proyectos personales y profesionales van a ser también diferentes (MEIRIEU, P. 1992).

También hay aspectos que tienen que ver con decisiones políticas o normativas relativas a la competición, a las diferentes relaciones que debe atender el deportista en su proceso de entrenamiento (entrenadores, familia, amigos, el grupo, aficionados, dirigentes deportivos, periodistas, etc.), entre otros múltiples procesos de adaptación y desadaptación, muchas veces imprevistos y por lo tanto con causalidad abierta.

Por esa razón, sostenemos que en un sistema deportivo el output presenta resultados conocidos apenas en parte. La propuesta de eliminar todas las incertidumbres, de planificar hasta el mínimo detalle, la premisa de no dejar nada librado al azar, de pretender controlar con sistemas o estructuras lineales la no linealidad propia del Básquetbol, son también, ILUSIONES. Son expresiones de soberbia intelectual, que incluso, la ciencia, humildemente está reconociendo. Si no, preguntemos a los economistas que trabajan con apoyo de ciencias tan exactas como las matemáticas.

Francisco Seirullo (2000), define los sistemas no lineales como aquellos que “se fundamentan en situaciones sucesivas de no equilibrio que se resuelven con una determinada tendencia en cada uno de nosotros en función de nuestra historia anterior”.

Los seres vivos estamos en una situación de desequilibrio constante. En nuestros subsistemas orgánicos, permanentemente miles de nuestras células mueren al mismo tiempo que otras tantas nacen. Los jugadores capaces de resolver situaciones propias de los deportes colectivos con acciones novedosas, originales o imprevistas, que llamamos popularmente como genialidades, las hacen partiendo desde una situación de desequilibrio o amenaza, absolutamente diferente a cuantas haya enfrentado con anterioridad.

Sin embargo, insistentemente recurrimos a la preparación de nuestros jugadores de Básquetbol a través de una repetición numerosa y estereotipada. Frente a ello, Eberspächer (citado por Nitsch, et al. 2002), sostiene que “La pretensión de representar modelos adecuadamente sólo se puede satisfacer, en nuestra opinión, mediante un modelo de técnica basado en la acción, que conciba al hombre como sistema en acción, psicosomático y autorregulador, que actúa como persona objeto de experiencia en un campo objeto de experiencia y no como un cuerpo objetivo en un campo objetivo”.

Las teorías conductistas, tecnicistas y mecanicistas (incluidas aquellas que se sustentan en la moderna pero también mecanicista teoría de la información), ampliamente difundidas en la enseñanza y el entrenamiento deportivo, tienen la impresión, como nos dice Morin, que todo ese proceso que se desarrolla durante una acción deportiva, en centésimas de segundo es simplificable a una alternativa que se decide o se elige. Morin, introduciéndonos a un concepto que llama ecología de la acción, sostiene que sí, que la acción es elección, es decisión, pero también es apuesta. Cuando apostamos somos concientes del riesgo y de la incertidumbre que implica una apuesta.

Cuando un jugador de Básquetbol inicia una acción con determinado propósito, son tantos los factores que intervienen en la misma, que comienza a escaparse de su voluntad o de sus intenciones iniciales, hasta puede llegar a provocar efectos totalmente opuestos a los que imaginó. En su transcurso, un deportista inteligente, intenta corregirla para responder a las situaciones emergentes previstas o no, o incluso a abandonarla y emprender otra totalmente diferente.

Morin dice que “La ecología de la acción es, en suma, tener en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto, conciencia de las desviaciones y transformaciones.”

Por lo tanto, ninguna acción puede asegurarnos resultados de acuerdo a las intenciones que la promovió. Cuando compartíamos estas ideas en una clase de Didáctica del deporte, un estudiante nos manifestó: “Entonces, no hacemos nada, lanzamos la pelota al medio y que jueguen”. Ante esa afirmación, nos responde Morin, expresando que el concepto de ecología de la acción “nos invita, sin embargo, no a la inacción, sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite modificar, incluso anular, la acción emprendida”.

A diferencia de un plan o programa que fija una serie de acciones sucesivas a ejecutar rígidamente en un ambiente imaginado como estable e inmodificable y que se bloquea o fracasa ante, a veces, una pequeña variación imprevista, la estrategia, sostiene Morin, “elabora un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades, las improbabilidades. El escenario puede y debe ser modificado según las informaciones recogidas, los azares, contratiempos u oportunidades encontradas en el camino.”

La acción es una decisión pero también es…
apuesta
estrategia
riesgo
incertidumbre
- no es un programa predeterminado
- imagina escenarios posibles
- posibilidad de modificarlos según la información
- posibilidad de modificarlos según los elementos aleatorios (situaciones emergentes e imprevistas)
- lucha contra el azar
- trata de utilizar el azar


En el Básquetbol, podemos utilizar dentro de nuestras estrategias, determinadas acciones planificadas, pero siempre dejando la puerta abierta a la posibilidad de modificarlas, según el devenir de la acción. Siguiendo el pensamiento de Morin, un principio que debería regir la acción es lo que llama el bucle riesgo – precaución. Tener en cuenta esos elementos que se contradicen, es una necesidad en toda acción no lineal o abierta como todas las que se realizan durante un partido de Básquetbol. La prudencia y la audacia, la disciplina en el sistema o plan de juego y la libertad. La estrategia debe privilegiar ambas “...y si es posible, las dos a la vez”.

CONCLUSIONES

Pero, ¿cómo aplicamos esas ideas en el Básquetbol? ¿Cómo hacemos para no caer en la inacción o en la pelota al medio? ¿Cómo podemos formar jugadores capaces de utilizar los fundamentos técnicos (el drible, el pase, el lanzamiento) y los fundamentos tácticos (las interacciones entre dos, el pick and rol, el step out, el push, el trap), de manera estratégica o inteligente, y no mecánica o irreflexivamente? Para ello, debemos cambiar nuestra forma de pensar y de entrenar, y antes de usar nuestro tiempo de entrenamientos, en llenar la cabeza de nuestros jugadores con más y más acciones “prefabricadas”, de pretender el imposible de programar a nuestros jugadores con todas las acciones que puedan realizarse en un juego de Básquetbol, como nos dice el título de otro libro de Morin, debemos procurar que tengan “La cabeza bien puesta”. Debemos orientarnos más que por la cantidad, por la calidad de nuestros entrenamientos.

Seirullo en esa línea, nos propone entrenar situaciones simuladores que contemplen la no linealidad, que permitan altos niveles de interacción. Situaciones que simulen acciones reales del juego, es decir contextualizadas, que estimulen su capacidad de resolución, de creatividad o innovación. Hoy se habla mucho en la formación de líderes y ejecutivos de la proactividad para poder desempeñarse con éxito en situaciones tan inciertas como las que enfrentan las empresas en este particular momento histórico que vivimos. La proactividad nos permite crear o provocar situaciones apropiadas a nuestros intereses y no reaccionar siempre a las que otros produzcan. Si entrenamos a nuestros jugadores a responder siempre de la misma manera, le hacemos perder progresivamente su capacidad proactiva que está en la esencia de sus sistemas orgánicos que utilizan y producen constantemente energía.

El entrenamiento en los deportes colectivos debe contener:
• Situaciones simuladores que contemplen la no linealidad
• Situaciones que permitan altos niveles de interacción.
• Situaciones que simulen acciones reales del juego (contextualizadas).
• Situaciones que estimulen la capacidad de resolución.
• Situaciones que estimulen la creatividad o la capacidad de innovar.

Por esa razón, nos dice Seirullo, “nosotros no tenemos que entrenar en los deportes colectivos sobre el automatismo y sí sobre la variedad.” Considero, sin embargo, que en nuestro trabajo cotidiano de entrenamiento de los basquetbolistas debemos vigilar que nuestras actividades o ejercicios contemplen ambas características. La variedad implica también adoptar o incluir dentro de la tarea, determinadas situaciones o ejercitaciones lineales o cerradas que sirvan para la repetición de un fundamento técnico o táctico, para inmediatamente colocarlo en una situación no lineal, contextualizada o real de juego, priorizando o jerarquizando siempre, esta última.


BIBLIOGRAFÍA

BALAGUÉ, N. et al. 2001. Changing the human movement computer metaphor by means of computer science. Ponencia en 6th Annual Congress of the European College of Science, Colonia, Alemania. Julio 2001.
BALAGUÉ, N. y TORRENTS, C., 2001. Nuevas tendencias del entrenamiento deportivo. En: Revista Red, XIV (3): pp.17-21.
MALHO, F. 1985. La acción táctica en el juego. La Habana, Pueblo y Educación
MEIRIEU, P. 1992. Aprender sí, pero... ¿cómo? Barcelona, Octaedro.
MORIN, E. 1990. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Gedisa.
MORIN, E. 2001. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Buenos Aires, Nueva Visión.
MORIN, E. 2001. La cabeza bien puesta. Buenos Aires, Nueva Visión
NITSCH, J. et al. 2002. Entrenamiento de la técnica. Barcelona, Paidotribo.
PERRENOUD, P. 2000. Construir competencias en la escuela. Santiago de Chile, Dolmen.
RUIZ PÉREZ L. M. et al.2001. Desarrollo, comportamiento motor y deporte. Madrid, Síntesis.
SÁNCHEZ BAÑUELOS, F. 2003. Curso de Especialista en Alto Rendimiento Deportivo. Universidad Castilla La Mancha
SEIRULLO, F. 2000. Una línea de trabajo distinta. En Internet: www.escoladefutbol.com

[1] Ponencia en el VII CONGRESO DE MEDICINA Y CIENCIAS DEL EJERCICIO, Montevideo, Abril 4, 5 y 6 de 2006.

La pirámide en la formación deportiva: tan inmoral como ineficiente

La pirámide en la formación deportiva: tan inmoral como ineficiente.
Alberto Espasandín[1]


Resumen
En el presente trabajo se argumenta sobre las debilidades del modelo de formación deportiva basado en la pirámide, paradigma que, a pesar de grandes evidencias, aún se resiste a caer. El deporte actual y el entrenamiento deportivo exigen un enfoque más activo para incidir en los procesos de desarrollo deportivo. Países pequeños y con escasos recursos desafían permanentemente las leyes proclamadas por la teoría de la selección natural aplicadas en la formación de deportistas.

Palabras claves: pirámide, selección natural, talentos, selección deportiva.


1. Introducción

Aunque ya hace mucho tiempo que se critica al llamado Sistema Piramidal Generalizado, modelo de formación deportiva basado en un enfoque darviniano, y mucho se ha escrito sobre ello, escuchamos recurrentemente el reclamo de aficionados, periodistas, dirigentes y hasta de profesionales del entrenamiento deportivo, de que para mejorar nuestro deporte, es necesario construir una gran pirámide, de ampliar su base aumentando la cantidad de practicantes en los estadios más bajos de la misma.

Suponen que la cantidad de deportistas de elite (extremo superior y porción mínima de la pirámide) que posee un país, una región, una ciudad, un club, en una determinada disciplina deportiva, está en relación directa con el número de practicantes que tengan en el nivel más bajo de la pirámide o en la etapa de iniciación deportiva. Se asume como válida la premisa de que “cuanto más practicantes, más campeones” (Sánchez Bañuelos, 2003).

En la etapa de difusión mundial del deporte en la que dejó de ser una actividad reservada únicamente para los jóvenes de la clase alta de la sociedad, hasta convertirse en una impresionante manifestación popular, ese modelo explicaba el desarrollo deportivo que tenía lugar en diferentes especialidades y en distintos países.

Pero, en la medida que el conocimiento sobre el entrenamiento deportivo y de una manera más amplia, sobre la preparación del deportista fue creciendo, el sistema piramidal comenzó a presentar debilidades desde el punto de vista ético y científico, que lo fueron cuestionando y ya lo hacen absolutamente insostenible.

2. Fortalezas convertidas en debilidades.

2.1 Agrandar la base de la pirámide

El desarrollo deportivo a través de la pirámide se fundamenta en el establecimiento de condiciones de base propicias para que un gran número de individuos practiquen en forma organizada y sistemática el deporte competitivo. Parece a primera vista plausible que muchos niños y jóvenes puedan practicar un deporte y comenzar a competir en él. El derecho a tener una educación física y a practicar deporte está presente en la declaración de los derechos del niño. Por supuesto que no estoy en desacuerdo con ello. Es necesario y justo que el 100% de los niños y jóvenes tengan acceso a una actividad física sistematizada que incluya la enseñanza de diferentes y variadas habilidades deportivas, por los valores humanos que aquélla permite vivenciar y como forma de construir hábitos de vida saludable y combatir el sedentarismo, característico del estilo de vida moderno, causa principal de enfermedades y muerte.

Lo que es éticamente cuestionable es que una persona no debería ver mediatizada sus ofertas básicas de actividad física por fines cuyos objetivos muy pocos pueden alcanzar (Sánchez Bañuelos, op.cit.). Es decir, pensemos que nuestro problema es que necesitamos más y mejores jugadores de Básquetbol en el alto nivel deportivo. Suponiendo que todas las escuelas tienen canchas y balones, hagamos que todos los niños en todas las escuelas del país jueguen y entrenen Básquetbol y, en algunos años, el objetivo se habrá cumplido.

En primer lugar, ¿qué pasaría si todas las organizaciones, clubes o federaciones reclamaran su derecho a la difusión a todos los niños de su deporte? En segundo lugar, ¿acaso tenemos en cuenta que no todos los niños tienen entre sus intereses practicar deporte para llegar al alto nivel deportivo? ¿Pensamos en que algunos no les interesa competir con otros o contra otros y que disfrutan de la actividad sólo si es recreativa o placentera? ¿Consideramos que no todos los niños quieren o pueden, o ambas cosas a la vez, practicar una determinada especialidad deportiva o someterse a las exigencias que demanda el entrenamiento deportivo?

No sólo no deberíamos sacrificar los intereses de un cierto número de niños, sino que en muchos casos, la participación más o menos compulsiva en una actividad que no les reporta placer al realizarla, entorpece la que realizan aquellos niños particularmente atraídos por ella. Desde este punto de vista es una propuesta ineficiente.

También vamos a encontrar ineficiencia si profundizamos en el análisis de la frase “establecimiento de bases propicias”. ¿Es posible brindar para todos los niños del país condiciones favorables y adecuadas para su desarrollo en un deporte determinado? Tendríamos que ser lo suficientemente ricos para disponer de las instalaciones y materiales apropiados en todas partes y de los mejores profesores y entrenadores especialistas para alcanzar a todos los niños. De lo contrario, es muy probable que un talento deportivo (de esos que, según Matveiev, surgen cada diez mil personas) concurra a una escuela que no posea las condiciones para la práctica de “su” deporte, o no tenga el profesor o entrenador que le enseñe y lo motive convenientemente.

Asimismo, aún entrenando en las mejores condiciones (buenas instalaciones, los mejores entrenadores, apoyo técnico y científico de última generación), no siempre un deportista podrá convertirse en un atleta de alto nivel. Para llegar a serlo deber reunir, además, capacidades excepcionales para la práctica de ese deporte en particular. Y los talentos no pueden cultivarse como plantas, ni fabricarse en serie como automóviles. Ello lo constatan, a menudo, numerosas instituciones que invierten tiempo, personal y dinero en forma incorrecta, los que “gastan pólvora en chimangos”.

El esfuerzo y los medios necesarios para desarrollar un entrenamiento adecuado es cada vez mayor. La inversión económica y la inversión personal del deportista son muy grandes. Actualmente se sostiene que, en un deporte individual, para alcanzar una medalla olímpica es necesaria una inversión cercana al millón de dólares. Los recursos son siempre limitados y es imposible brindar esas condiciones necesarias a un elevado número de deportistas. La alternativa, según el modelo piramidal es intentar dividir esos menguados recursos entre la mayor cantidad posible de niños, otorgándoles a todos condiciones insuficientes. El resultado es la frustración de quienes hubieran podido alcanzar posiciones más elevadas en el deporte, si se les hubiera brindado las condiciones favorables y adecuadas para lograrlo.

La difusión de las actividades físicas y deportivas para que sean accesibles al 100% de los niños, debe hacerse, pero con otros propósitos y objetivos que analizaremos más adelante.



2.2 La teoría de la selección natural de Darwin.

Darwin desarrolla su teoría de la evolución de las especies a partir de la capacidad de adaptación al medio ambiente que se deriva de la selección natural y de mutaciones aleatorias. La selección natural se explica simplemente por la sobrevivencia de aquellas especies que lograron adaptarse a los cambios medioambientales, modificando sus estructuras genéticas. Aunque no aportaba datos sobre el origen de esos cambios ni de los procesos en los que tenían lugar, la evolución se manifiesta en la desaparición de los cambios menos favorables (Molina, J., 2004).

Aunque la teoría de Darwin, fuertemente criticada hoy en día, hacía referencia a procesos llevados a cabo en millones de años y parecería funcionar sólo en el largo plazo, la pirámide de formación deportiva asume que mediante un proceso de selección natural o decantación, los niños – jóvenes deportistas se van promoviendo progresivamente desde la base de la pirámide hacia los niveles más altos de rendimiento. Según este modelo, los más aptos van accediendo a las superiores escalas de la pirámide, al mismo tiempo que los que tienen menos condiciones o capacidad van desapareciendo, abandonando o saliendo del sistema de formación deportiva.

La realidad niega constantemente esa afirmación. La pirámide no resulta ser tan eficiente. Observamos con frecuencia como se pierden chicos con capacidad y talento para el deporte, por variedad de causas y en situaciones, a veces, perversas. En algunos casos, deportistas con menores condiciones pero con crecimiento precoz o con capacidades de aparición temprana son privilegiados sobre otros con mayores cualidades pero con otros ritmos más lentos de desarrollo. Muchas veces, las presiones sobre los entrenadores para la obtención de resultados inmediatos provocan ese tipo de decisiones. Esas presiones pueden ser externas, provenientes de dirigentes o padres, como también internas o auto impuestas por el propio entrenador como medio para alcanzar el prestigio que le permita acceder a categorías superiores, generalmente mejor remuneradas.

En otros casos, la evaluación de los jóvenes deportistas en el momento de la promoción de categoría se hace sobre bases poco científicas, basadas en el “ojo clínico” de un entrenador más o menos experimentado (deberíamos tener en cuenta que generalmente quienes trabajan en la iniciación deportiva son los entrenadores más jóvenes). Investigaciones han demostrado la escasa fiabilidad de ese “ojo clínico” de los entrenadores, teñido de subjetivad, de simpatías y antipatías, y sesgado por sus propias experiencias personales. Los estudios mencionados constataron apenas, un 9% de eficacia en las predicciones surgidas a través de las observaciones de los entrenadores (Brill et al., 1988).

Otro error, muy corriente, es evaluar la capacidad del niño después de practicar durante mucho tiempo el deporte. Lo que valoramos de esa manera es su experiencia y su rendimiento actual y no su capacidad potencial de desarrollo, dos variables que pueden ser totalmente contrarias. No deberíamos evaluar las capacidades del niño por medio de su habilidad para la práctica del mismo deporte. Un ejemplo de este tipo de errores es la aplicación de tests que midan la velocidad para conducir el balón entre obstáculos o la efectividad en lanzamientos al cesto, o a un arco de Fútbol o Handball o a determinadas zonas de una cancha de Vóleibol.

Más perversa aún es la situación que se vive en algunos deportes en los que los intereses económicos prevalecen y que provocan que el ascenso o progresión en la pirámide, dependa exclusivamente de quienes patrocinan o no al deportista.

Por esas razones, es incorrecto sostener que quienes alcanzan la cima de la pirámide son la mejores, la elite deportiva, ni que el alto rendimiento deportivo está de esa manera garantizado. Deberíamos hablar de una elite relativa al entorno donde se aplica el sistema, los que, según el pensamiento de Darwin, mejor se han adaptado al medio que se les ha ofrecido. Paradójicamente, se dice que los que sobrevivirían a un cataclismo mundial no serían los seres más fuertes, más grandes o más inteligentes, sino los insectos.

También desde el punto de vista ético el proceso de selección natural y decantación o de selección – eliminación es insostenible. De igual manera que frustrábamos a los jóvenes talentos al no poder brindarles las mejores condiciones para su desarrollo, ¿es justo provocar la frustración de jóvenes que, luego de una inversión personal importante en tiempo y dinero en detrimento de otras opciones como puede ser el estudio, van quedando eliminados en ese proceso de selección y decantación natural? ¿Podemos usar a esos jóvenes mientras nos sirven para obtener algunos resultados en las primeras etapas? ¿Podemos crear falsas expectativas para, en determinado momento decirle: “dedícate a otra cosa”? Deberíamos seguir el consejo de las abuelas a las jóvenes parejas: “los malos matrimonios deberían evitarse antes de consumarse”. El éxito en el deporte ha sido considerado por especialistas como uno de los más efectivos para el desarrollo de la personalidad, la confianza en sí mismo y la felicidad de las personas. No debemos jugar con ello.

3. La alternativa: El sistema selectivo intensivo

El sistema de desarrollo deportivo basado en la selección temprana de talentos, que algunos autores llaman Sistema Selectivo Intensivo, es una alternativa eficaz, eficiente y ética al modelo piramidal.

Según Nadori (1989), la selección deportiva es el proceso por el cual se individualizan personas dotadas de talento y de actitudes favorables para el deporte, con la ayuda de métodos y tests científicamente válidos. Para Brill (op.cit.), la selección deportiva es un sistema de muchas escalas dirigido a la búsqueda de gente con particularidades morfo-funcionales, psicológicas, técnicas y estructurales que contribuyan al logro mayor de la modalidad escogida.

Obviamente, esa individualización o búsqueda de talentos deportivos será más eficiente cuanto más numeroso sea el grupo de personas del que se seleccionan. La práctica generalizada de la actividad física y del deporte en la niñez, aunque no con el propósito del alto rendimiento, sino con una finalidad exclusivamente pedagógica, es un elemento favorable a este sistema. Un país donde todos los niños y niñas tienen acceso a una educación física y deportiva sistemática, ofrece facilidades a quienes van a aplicar los métodos y pruebas especiales basadas en rigurosos criterios científicos, para la detección temprana de talentos. Ello asegura además, que los niños talentosos han tenido la adecuada estimulación motriz básica que contribuya a mantener latentes sus capacidades innatas.

Siendo un derecho inalienable de los niños, desgraciadamente no es excluyente la necesidad de una práctica deportiva generalizada para la selección de talentos. El Básquetbol uruguayo, en un país donde sólo el 20% de los escolares goza de una precaria y escasa actividad física sistemática, pudo estudiar años atrás, mediante un convenio con el Consejo de Educación Primaria, a todos los niños y niñas de 10 y 11 años, para diagnosticar o predecir la capacidad física más valorada por los entrenadores de ese deporte: la estatura. Por supuesto la selección hubiera sido más efectiva, si hubiera cumplido con las variadas escalas que mencionaba Brill, observándolos por ejemplo, durante la aplicación de un test especialmente diseñado para detectar otras de las más de 50 capacidades o habilidades consideradas importantes por los entrenadores de ese deporte. Quizás también, alguno de los futuros “gigantes” detectados carecía de los más elementales hábitos de actividad física y sus condiciones de vida lo llevaban desde el sillón de su computadora o del “play station” en el dormitorio de su reducido apartamento, al banco de su salón de clase en la escuela. Los daños de la ausencia de la educación física en el nivel inicial o en la primera etapa de primaria, pueden llegar a ser irreversibles pensando en el máximo nivel alcanzable por esos niños. Quizás también, las carencias alimenticias, higiénicas, culturales y sociales de un niño en sus primeros 10 años de vida en un barrio marginal, antes de su captación para el deporte, hagan infructuosos todos los esfuerzos de la mejor organización deportiva para revertirlo. Seguramente el lector conocerá, tristemente, infinidad de este tipo de casos.

La selección temprana de talentos permite ganar en eficiencia en dos frentes. Por un lado, se enfoca el trabajo en un grupo más pequeño y mejor dotado. Por otra parte, no se expone a una gran cantidad de individuos a esfuerzos y frustraciones innecesarias. Muchas veces se confunde la detección temprana de talentos con la antipedagógica, ineficaz y discutida desde el punto de vista ético, “especialización precoz”. Con ésta se pretende alcanzar rápidos resultados sometiendo a los niños, cuanto más pequeños mejor, a largas y tediosas sesiones de entrenamiento con énfasis excesivo en aspectos técnicos que generan movimientos estereotipados, muy eficientes en lo inmediato pero limitantes del perfeccionamiento y de los logros máximos que ese niño hubiera podido alcanzar. Peor aún, es la causa principal de abandono de la práctica deportiva de niños tratados como adultos en miniatura, a los que hicieron perder el placer de jugar.

Por el contrario, una correcta selección deportiva permite actuar sin prisa, con una planificación a largo plazo que priorice la calidad sobre la cantidad, respetando los procesos de maduración de los niños seleccionados. “No se trata de llegar más rápido, sino más lejos”. No es correcto quemar etapas o anticipar resultados en detrimento de la reserva de una mejora futura. Por ello se debe prestar atención a las cualidades que puedan ser desarrolladas en un periodo de varios años de preparación y no a cualidades precoces. La selección debe ser de carácter prospectivo basada en parámetros relevantes (Sánchez Bañuelos, op.cit.).

La concentración de los recursos disponibles, permite atender eficientemente todos los aspectos del entorno del deportista que afectan de alguna manera u otra su preparación. Permite, a través de una evaluación constante, un mayor control de las variables que influyen en el rendimiento deportivo (alimentación, lesiones, planificación del entrenamiento individualizada, etc.). Esto exige entonces, una dedicación prioritaria de los deportistas hacia el entrenamiento que permita desarrollar un trabajo multilateral, intensivo, de calidad. Implica facilitar, entre otras cosas, actividades igualmente importantes para los niños y jóvenes, como el estudio o una recreación compensatoria y positiva que no se oponga a los objetivos del entrenamiento deportivo.

Con ese propósito, se han construido los centros de alto rendimiento con un costo altísimo no sólo por la infraestructura sino también por su mantenimiento, lo que ha obligado a buscar diferentes formas de financiamiento, público y privado. Por esa misma razón, son impensables “centros de alto rendimiento” específicos para las distintas disciplinas deportivas como en algunos casos se ha intentado construir. Denominar así a esos espacios, confunde, porque en realidad lejos de ser centros de alto rendimiento, son espacios deportivos que brindan, apenas, algunas prestaciones más que las que podrían brindar los clubes deportivos.

4. Conclusiones

Los estudios sobre estos dos paradigmas de formación y desarrollo deportivo que han abordado profusamente autores como Bompa, Brill, Matveiev, Narodi, Sánchez Bañuelos, Verjoshansky, entre muchos otros, deben iluminar todos los proyectos que se encaren en ese sentido. Los países pobres y pequeños, como sin dudas es nuestro Uruguay, con escasos recursos y población deben adoptar, con mucha más razón, el sistema selectivo intensivo como ya lo han hecho países con un potencial económico infinitamente superior.

Aplicando ese sistema en deportes de escasa difusión y practicantes, en poco tiempo, España alcanzó resultados extraordinarios. Bulgaria y Cuba lo vienen haciendo desde hace ya mucho tiempo. En Uruguay, con apenas tres millones de habitantes, con más del 50% de los niños que nacen en hogares pobres, ¿hasta cuándo seguiremos hablando de la pirámide?

5. Bibliografía

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[1] Master en Educación, Profesor de Educación Física, Entrenador de Básquetbol, Especialista Universitario en Alto Rendimiento Deportivo (Universidad de Castilla La Mancha), Subdirector General del ISEF, Entrenador de la Selección Nacional de Básquetbol de Uruguay.