jueves, 5 de abril de 2007

Entrenamiento en Básquetbol: una perspectiva diferente

ENTRENAMIENTO EN BÁSQUETBOL: Una perspectiva diferente.[1]
Alberto Espasandín

Resumen
El entrenamiento deportivo ha sustentado su desarrollo en la concepción mecanicista de la ciencia que emerge con Descartes. El resultado ha sido un conocimiento parcial y pobre de la realidad, que a través de la simplificación, impide ver más allá de compartimentos aislados entre sí. A través de una visión sistémica del deporte, se abren nuevos caminos de análisis y estudio del fenómeno del entrenamiento deportivo.

Palabras claves: sistemas cerrados y abiertos, pensamiento complejo, ecología de la acción.

Presentación

Dentro del amplio tema del entrenamiento en Básquetbol, demasiado extenso para abordarlo en sólo 30 minutos, he decidido compartir con ustedes un enfoque que me viene apasionando desde hace algunos años. Es una nueva mirada del entrenamiento deportivo que se construye a partir del nuevo paradigma de la complejidad y su aplicación en los estudios sobre el deporte y muy especialmente en los deportes colectivos y que ya presentara en otras ocasiones a mis colegas entrenadores de Básquetbol, a mi regreso del Centro de Alto Rendimiento de San Cugat, Barcelona.

El pensamiento complejo, desarrollado entre otros, en su extensa bibliografía por el pensador y filósofo francés contemporáneo, Edgar Morin, cuestiona radicalmente el paradigma mecanicista y determinista clásico sobre el que se ha sustentado el desarrollo lo de las ciencias en la modernidad, y entre ellas las ciencias del deporte. Estos nuevos conceptos cambian sustancialmente la manera de encarar el entrenamiento deportivo (BALAGUÉ, N. 2001; BALAGUÉ, N. y TORRENTS, C., 2001).

En la época histórica de la modernidad el extraordinario desarrollo de la ciencia y de la tecnología en general y del entrenamiento deportivo en particular, se ha basado en la ciencia clásica, mecanicista y determinista, propia del cartesianismo, una forma de abordar el conocimiento científico que se ha caracterizado por la superespecialización y la compartimentación o fragmentación de la ciencia.

Durante el siglo XX se han desarrollado nuevas disciplinas y sub disciplinas que trataron de explicar diferentes fenómenos complejos (complexus: lo que está tejido en conjunto) a través de la disyunción, la reducción, la simplificación.

En el entrenamiento deportivo emergen infinidad de sub disciplinas que centran su atención, cada una específicamente, en un aspecto particular del fenómeno deportivo. En consecuencia, se constituyen equipos técnicos cada vez más numerosos y especializados, que cumplen determinadas funciones en el entrenamiento de deportistas, muchas veces con la consiguiente pérdida de la unidad del entrenamiento. No podemos separar las distintas dimensiones desde donde se puede analizar el rendimiento humano, pero lamentablemente observamos con frecuencia como:

• El técnico deportivo enseña los modelos técnicos considerados como ideales y los sistemas tácticos más apropiados para alcanzar de la manera más económica y eficiente los objetivos del deporte.
• El biomecánico analiza los gestos del deporte para perfeccionar la aplicación de las fuerzas y el movimiento de las diferentes palancas corporales.
• El preparador físico procura desarrollar las capacidades físicas necesarias para la práctica de la disciplina deportiva. Para ello se apoya, a su vez, en el especialista en fuerza o en la velocidad.
• El fisiólogo y el médico deportólogo evalúan al deportista en el laboratorio o en el propio campo deportivo.
• El metodológo planifica las cargas y periodos de entrenamiento para alcanzar los más altos rendimientos en competencias determinadas.
• El psicológo deportivo enseña las habilidades psicológicas que favorezcan los mejores desempeños en la competencia.

La difícil e intrincada coordinación de las funciones que desarrollan estos profesionales, que son apenas, algunos de los que intervienen en la preparación de los deportistas (no mencionamos a los fisioterapeutas, traumatólogos, nutricionistas, entre otros), cuando se puede contar con ellos, se cumple a medias o directamente no se cumple.

El desarrollo de las ciencias del entrenamiento deportivo, han sido influenciadas por los estudios realizados, precisamente, en los deportes individuales. Todos los métodos de entrenamiento y las formas de planificación o periodización, emergen de esos estudios. Según esta concepción, la formación de un atleta, consiste en el aprendizaje de un modelo técnico tomado de antemano como perfecto, desde el punto de vista biomecánico, modelo que puede ser descrito y analizado hasta los más mínimos detalles. Utilizando el más sofisticado equipamiento tecnológico, dentro del cual, el video ya pasó a ser algo muy común y vulgar, es posible hacer correcciones increíbles y pequeñísimas que pueden provocar el mejoramiento de esa décima de segundo o de ese centímetro necesario par batir un record.

Aunque también en esos deportes, estos estudios están siendo cuestionados, quizás aún en ellos pueda tener algo de vigencia ese afán tecnicista y mecanicista. Ese carácter lineal sobre el que se sustentan los métodos de entrenamiento clásico, parte de la base que dos individuos partiendo de una posición inicial, igual y estable, si cumplen con una serie de tareas debidamente secuenciadas y sistematizadas, van a arribar a una misma situación final. La concepción mecanicista del ser humano, el hombre considerado como una máquina a la que debemos programar, ha sido el sustento de las teorías conductistas del aprendizaje. El aprendizaje, y el aprendizaje en los deportes según estas teorías, es una cuestión de estímulos y respuestas que deben ser automatizadas mediante una repetición numerosa. Siempre que aparezca un mismo estímulo, se activará la misma respuesta. En los deportes colectivos presupone que primero hay que automatizar el gesto y después pensar. Son conocidas las experiencias con animales que los teóricos del conductismo han desarrollado para su fundamentación.

En los últimos cuarenta años del siglo XX, oponiéndose a las prácticas conductistas, con autores como Malho, se comenzó a hablar de los procesos y operaciones cognitivas que desarrollan los jugadores en el transcurso de las acciones deportivas. También desde una concepción mecanicista, comparando al hombre con una computadora, la más sofisticada de las máquinas inventadas por el hombre, han aplicado en los deportistas, la teoría del procesamiento de la información que se puede diagramar como un sistema cerrado.



Suponen en primer lugar, que un jugador de Básquetbol es capaz de atender los aspectos relevantes del medio en el que actúa (input), es decir capta la información, identifica el estímulo. A continuación, el sujeto selecciona o planea la respuesta motriz compatible con el medio, es decir analiza todas las posibilidades y toma una decisión, para finalmente ejecutar el movimiento programado o respuesta motriz (output). Posteriormente a la acción, el ejecutante evaluará los resultados, y si es necesario introducirá las modificaciones correctivas, perfeccionando sus futuras respuestas.

A diferencia de los modelos que ofrecían meramente la repetición numerosa y automática, esa nueva concepción exigía una participación más activa del ejecutante. La tarea del entrenador sería la de programar a los jugadores con la mayor cantidad de respuestas posibles, de la misma manera que el analista confecciona el software para ganarle a los grandes maestros de Ajedrez.

Pero el Básquetbol lo juegan los seres humanos, que pretendemos además, que sean inteligentes. Esta palabra es una premisa actual de la enseñanza deportiva. La enseñanza en los deportes colectivos procura desarrollar un jugador inteligente. Nos referimos con frecuencia a ese término, así como a la capacidad de entender el juego o la capacidad de leer la defensa o de leer el ataque. La pregunta que surge siempre es ¿cómo podemos lograr que los jugadores aprendan o desarrollen esas capacidades?

En primer lugar, tenemos que asumir que nuestro juego, como deporte colectivo, como proceso en el que participan seres humanos, no es un proceso lineal o cerrado, sino que tenemos que admitir que se trata de una actividad esencialmente humana y por lo tanto, no lineal o abierta. Pensar que en el Básquetbol se puede repetir en forma invariable una acción partiendo de una supuesta situación descrita y obteniendo como resultado una situación exacta y previsible, es una ilusión. Simplemente, podemos afirmarlo rotundamente, que esas acciones no existen en los deportes colectivos.


Preferimos adherirnos, discrepando con Sánchez Bañuelos (2003) a un concepto de entrenamiento deportivo considerado como un sistema abierto, donde el input está representado por los programas de entrenamiento preparados por el equipo técnico, los métodos de entrenamiento seleccionados, todas las influencias controlables del entorno (condiciones de los escenarios deportivos y de los materiales necesarios para la práctica del deporte, apoyo familiar, del club, de la federación, etc.), es decir, todo lo que ingresamos al sistema o proceso del entrenamiento del deportista o de los deportistas y sobre lo que, de alguna manera, ejercemos determinado control.

En el sistema ocurren transformaciones no exactamente predecibles, que presentan causalidades cerradas en algunos casos y abiertas en otros, que están permanentemente influenciadas por aspectos no siempre controlables del entorno. Ya es una evidencia indiscutida que los procesos de enseñanza (el input) y los procesos de aprendizajes técnicos y tácticos y de las adaptaciones específicas al esfuerzo que lleva a cabo el deportista, no constituyen un único proceso indivisible y que no existe una relación lineal entre ellos. Es decir, que no todo lo que se enseña, tiene como resultado previsible un mismo aprendizaje. Cuando nos enfrentamos a un conocimiento nuevo, todos los seres humanos lo incorporamos o no, de manera diferente. Esas diferencias se establecen fundamentalmente por dos factores: los conocimientos que cada uno posee hasta ese momento y los respectivos proyectos personales. Obviamente que, para dos individuos, el grado de novedad de ese conocimiento que se pretende enseñar será diferente porque parten de dos estados cognitivos distintos; lo que saben, ambos, no es lo mismo. Obviamente también, que sus proyectos personales y profesionales van a ser también diferentes (MEIRIEU, P. 1992).

También hay aspectos que tienen que ver con decisiones políticas o normativas relativas a la competición, a las diferentes relaciones que debe atender el deportista en su proceso de entrenamiento (entrenadores, familia, amigos, el grupo, aficionados, dirigentes deportivos, periodistas, etc.), entre otros múltiples procesos de adaptación y desadaptación, muchas veces imprevistos y por lo tanto con causalidad abierta.

Por esa razón, sostenemos que en un sistema deportivo el output presenta resultados conocidos apenas en parte. La propuesta de eliminar todas las incertidumbres, de planificar hasta el mínimo detalle, la premisa de no dejar nada librado al azar, de pretender controlar con sistemas o estructuras lineales la no linealidad propia del Básquetbol, son también, ILUSIONES. Son expresiones de soberbia intelectual, que incluso, la ciencia, humildemente está reconociendo. Si no, preguntemos a los economistas que trabajan con apoyo de ciencias tan exactas como las matemáticas.

Francisco Seirullo (2000), define los sistemas no lineales como aquellos que “se fundamentan en situaciones sucesivas de no equilibrio que se resuelven con una determinada tendencia en cada uno de nosotros en función de nuestra historia anterior”.

Los seres vivos estamos en una situación de desequilibrio constante. En nuestros subsistemas orgánicos, permanentemente miles de nuestras células mueren al mismo tiempo que otras tantas nacen. Los jugadores capaces de resolver situaciones propias de los deportes colectivos con acciones novedosas, originales o imprevistas, que llamamos popularmente como genialidades, las hacen partiendo desde una situación de desequilibrio o amenaza, absolutamente diferente a cuantas haya enfrentado con anterioridad.

Sin embargo, insistentemente recurrimos a la preparación de nuestros jugadores de Básquetbol a través de una repetición numerosa y estereotipada. Frente a ello, Eberspächer (citado por Nitsch, et al. 2002), sostiene que “La pretensión de representar modelos adecuadamente sólo se puede satisfacer, en nuestra opinión, mediante un modelo de técnica basado en la acción, que conciba al hombre como sistema en acción, psicosomático y autorregulador, que actúa como persona objeto de experiencia en un campo objeto de experiencia y no como un cuerpo objetivo en un campo objetivo”.

Las teorías conductistas, tecnicistas y mecanicistas (incluidas aquellas que se sustentan en la moderna pero también mecanicista teoría de la información), ampliamente difundidas en la enseñanza y el entrenamiento deportivo, tienen la impresión, como nos dice Morin, que todo ese proceso que se desarrolla durante una acción deportiva, en centésimas de segundo es simplificable a una alternativa que se decide o se elige. Morin, introduciéndonos a un concepto que llama ecología de la acción, sostiene que sí, que la acción es elección, es decisión, pero también es apuesta. Cuando apostamos somos concientes del riesgo y de la incertidumbre que implica una apuesta.

Cuando un jugador de Básquetbol inicia una acción con determinado propósito, son tantos los factores que intervienen en la misma, que comienza a escaparse de su voluntad o de sus intenciones iniciales, hasta puede llegar a provocar efectos totalmente opuestos a los que imaginó. En su transcurso, un deportista inteligente, intenta corregirla para responder a las situaciones emergentes previstas o no, o incluso a abandonarla y emprender otra totalmente diferente.

Morin dice que “La ecología de la acción es, en suma, tener en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión, inesperado, imprevisto, conciencia de las desviaciones y transformaciones.”

Por lo tanto, ninguna acción puede asegurarnos resultados de acuerdo a las intenciones que la promovió. Cuando compartíamos estas ideas en una clase de Didáctica del deporte, un estudiante nos manifestó: “Entonces, no hacemos nada, lanzamos la pelota al medio y que jueguen”. Ante esa afirmación, nos responde Morin, expresando que el concepto de ecología de la acción “nos invita, sin embargo, no a la inacción, sino a la apuesta que reconoce sus riesgos y a la estrategia que permite modificar, incluso anular, la acción emprendida”.

A diferencia de un plan o programa que fija una serie de acciones sucesivas a ejecutar rígidamente en un ambiente imaginado como estable e inmodificable y que se bloquea o fracasa ante, a veces, una pequeña variación imprevista, la estrategia, sostiene Morin, “elabora un escenario de acción examinando las certezas y las incertidumbres de la situación, las probabilidades, las improbabilidades. El escenario puede y debe ser modificado según las informaciones recogidas, los azares, contratiempos u oportunidades encontradas en el camino.”

La acción es una decisión pero también es…
apuesta
estrategia
riesgo
incertidumbre
- no es un programa predeterminado
- imagina escenarios posibles
- posibilidad de modificarlos según la información
- posibilidad de modificarlos según los elementos aleatorios (situaciones emergentes e imprevistas)
- lucha contra el azar
- trata de utilizar el azar


En el Básquetbol, podemos utilizar dentro de nuestras estrategias, determinadas acciones planificadas, pero siempre dejando la puerta abierta a la posibilidad de modificarlas, según el devenir de la acción. Siguiendo el pensamiento de Morin, un principio que debería regir la acción es lo que llama el bucle riesgo – precaución. Tener en cuenta esos elementos que se contradicen, es una necesidad en toda acción no lineal o abierta como todas las que se realizan durante un partido de Básquetbol. La prudencia y la audacia, la disciplina en el sistema o plan de juego y la libertad. La estrategia debe privilegiar ambas “...y si es posible, las dos a la vez”.

CONCLUSIONES

Pero, ¿cómo aplicamos esas ideas en el Básquetbol? ¿Cómo hacemos para no caer en la inacción o en la pelota al medio? ¿Cómo podemos formar jugadores capaces de utilizar los fundamentos técnicos (el drible, el pase, el lanzamiento) y los fundamentos tácticos (las interacciones entre dos, el pick and rol, el step out, el push, el trap), de manera estratégica o inteligente, y no mecánica o irreflexivamente? Para ello, debemos cambiar nuestra forma de pensar y de entrenar, y antes de usar nuestro tiempo de entrenamientos, en llenar la cabeza de nuestros jugadores con más y más acciones “prefabricadas”, de pretender el imposible de programar a nuestros jugadores con todas las acciones que puedan realizarse en un juego de Básquetbol, como nos dice el título de otro libro de Morin, debemos procurar que tengan “La cabeza bien puesta”. Debemos orientarnos más que por la cantidad, por la calidad de nuestros entrenamientos.

Seirullo en esa línea, nos propone entrenar situaciones simuladores que contemplen la no linealidad, que permitan altos niveles de interacción. Situaciones que simulen acciones reales del juego, es decir contextualizadas, que estimulen su capacidad de resolución, de creatividad o innovación. Hoy se habla mucho en la formación de líderes y ejecutivos de la proactividad para poder desempeñarse con éxito en situaciones tan inciertas como las que enfrentan las empresas en este particular momento histórico que vivimos. La proactividad nos permite crear o provocar situaciones apropiadas a nuestros intereses y no reaccionar siempre a las que otros produzcan. Si entrenamos a nuestros jugadores a responder siempre de la misma manera, le hacemos perder progresivamente su capacidad proactiva que está en la esencia de sus sistemas orgánicos que utilizan y producen constantemente energía.

El entrenamiento en los deportes colectivos debe contener:
• Situaciones simuladores que contemplen la no linealidad
• Situaciones que permitan altos niveles de interacción.
• Situaciones que simulen acciones reales del juego (contextualizadas).
• Situaciones que estimulen la capacidad de resolución.
• Situaciones que estimulen la creatividad o la capacidad de innovar.

Por esa razón, nos dice Seirullo, “nosotros no tenemos que entrenar en los deportes colectivos sobre el automatismo y sí sobre la variedad.” Considero, sin embargo, que en nuestro trabajo cotidiano de entrenamiento de los basquetbolistas debemos vigilar que nuestras actividades o ejercicios contemplen ambas características. La variedad implica también adoptar o incluir dentro de la tarea, determinadas situaciones o ejercitaciones lineales o cerradas que sirvan para la repetición de un fundamento técnico o táctico, para inmediatamente colocarlo en una situación no lineal, contextualizada o real de juego, priorizando o jerarquizando siempre, esta última.


BIBLIOGRAFÍA

BALAGUÉ, N. et al. 2001. Changing the human movement computer metaphor by means of computer science. Ponencia en 6th Annual Congress of the European College of Science, Colonia, Alemania. Julio 2001.
BALAGUÉ, N. y TORRENTS, C., 2001. Nuevas tendencias del entrenamiento deportivo. En: Revista Red, XIV (3): pp.17-21.
MALHO, F. 1985. La acción táctica en el juego. La Habana, Pueblo y Educación
MEIRIEU, P. 1992. Aprender sí, pero... ¿cómo? Barcelona, Octaedro.
MORIN, E. 1990. Introducción al pensamiento complejo. Barcelona, Gedisa.
MORIN, E. 2001. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Buenos Aires, Nueva Visión.
MORIN, E. 2001. La cabeza bien puesta. Buenos Aires, Nueva Visión
NITSCH, J. et al. 2002. Entrenamiento de la técnica. Barcelona, Paidotribo.
PERRENOUD, P. 2000. Construir competencias en la escuela. Santiago de Chile, Dolmen.
RUIZ PÉREZ L. M. et al.2001. Desarrollo, comportamiento motor y deporte. Madrid, Síntesis.
SÁNCHEZ BAÑUELOS, F. 2003. Curso de Especialista en Alto Rendimiento Deportivo. Universidad Castilla La Mancha
SEIRULLO, F. 2000. Una línea de trabajo distinta. En Internet: www.escoladefutbol.com

[1] Ponencia en el VII CONGRESO DE MEDICINA Y CIENCIAS DEL EJERCICIO, Montevideo, Abril 4, 5 y 6 de 2006.

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